Caer bien

En caliente

En caliente

Prevenir lesiones en caídas o accidentes

Un resbalón sobre el hielo, una caída, no fui testigo pero me lo imagino como si hubiera estado presente: mi admirada profesora de euritmia, Elena Zuccoli (1901-1996), sube andando por la colina del Goetheanum en Dornach (Suiza, Basilea), se resbala en el camino congelado en invierno y se cae al suelo. Tenía 93 años, y todos sabemos qué suele pasar con una persona de esta edad cuando sufre una caída tan espectacular. Pues las personas que la han visto caer, cuentan que no podían creer lo que vieron: se levantó sola al momento, se sacudió la nieve del abrigo y siguió caminando.

Elena Zuccoli
Elena Zuccoli, archivo en el Goetheanum

Era una pionera que practicó euritmia toda su vida, que tenía una flexibilidad fuera de lo común, tanto en lo corporal como en lo mental, y tuve la suerte de que me diera clases cuando ya tenía 90 años durante mi propia formación de euritmia. Nunca me olvido de cómo, después de una hora de euritmia intensa con ella, estábamos cansados, y ella solía abrir la ventana para dejar entrar el aire fresco. Nos decía que nos sentáramos a descansar un rato, mientras ella iba a la pizarra y nos relataba conferencias enteras de Rudolf Steiner de memoria, haciendo esquemas relacionados con lo que habíamos hecho en clase. Luego, a cerrar las ventanas y una segunda hora de clase con ella. Contaban que en sus años de actividad escénica hacía representaciones de euritmia solísticas en las que mostraba unas 7 piezas diferentes, obras poéticas y musicales. Entre pieza y pieza, se cambiaba rápidamente de traje y volvía a aparecer. En los aplausos finales, el público estaba entusiasmado y no paraba de aplaudir. Ella salía a agradecer los aplausos, pero no paraban. ¿Por qué? Estaban esperando a que salieran las otras 6 personas, pues no podían creer que las 7 piezas, que mostraban formas de movimiento tan diferentes y características cada una, habían sido realizadas todas por una misma persona.

Las primeras euritmistas practicaron este arte con una intensidad difícil de imaginar para muchas personas que llegaron después. Pero también vivían en una época muy diferente a la nuestra, los cuerpos aún estaban acostumbrados a un ritmo de vida más cercano a la naturaleza, se caminaba mucho más que hoy en día y las consecuencias de la vida sedentaria y la rigidez que conlleva aún no se hacían notar tanto como hoy. La euritmia es una forma maravillosa de mantener la flexibilidad del cuerpo y el movimiento armónico en cuerpo, alma y espíritu (“ritmo armónico” o “ritmo bello” es lo que significa literalmente la palabra euritmia). Entonces, el cuerpo ya sabe lo que hacer, incluso en situaciones inesperadas como puede ser una caída.

Con la vida que llevamos actualmente, la euritmia muchas veces no es suficiente por sí sola. Desde mi punto de vista, la CANTIENICA® es una forma ideal para preparar este cuerpo para la euritmia, es decir, para el movimiento vivo y armónico, también en su sentido más amplio. En mi experiencia personal, impartiendo cursos de euritmia desde hace más de 25 años, he notado que desde que nos preparamos previamente con una hora de CANTIENICA®, los participantes me cuentan que sienten mucho más ligereza y facilidad de movimiento.

La vida nos da sorpresas. De las buenas y de las malas. Un cuerpo flexible está preparado para responder en todos los casos. Por eso, aunque me encuentro con muchas personas que me piden 5 ejercicios básicos con los que pretenden hacerse una “tabla” para los próximos 5 años, suelo decirles que eso no va a funcionar del todo. El cuerpo necesita la variedad, la sorpresa, y esto incluye que cuando por fin se ha acostumbrado a una rutina, y justo antes de que la rutina se convierta en rigidez, pide un cambio. Elena Zuccoli también nos enseñó esto.

Pero ahora, a pesar de todo, resulta que nos tropezamos y nos acabamos de caer, nos acabamos de torcer un tobillo, dimos un mal paso, nos resbalamos, nos acaba de dar un tirón en la espalda, hicimos un mal “jeito” como se dice en portugués (y también es común en Canarias), acaba de entrarnos una tortículis, un dolor de ciática, etc. La recomendación clásica es la de “ni un movimiento más”, pues algo se torció. Por supuesto, no quiero negar que según la gravedad de la lesión, haya que acudir a un médico, traumatólogo o profesional especializado y seguir las recomendaciones que se suelen dar en estos casos. Pero aquí, como siempre, lo que más nos interesa es lo que podemos hacer nosotros mismos y hacerlo al instante, es decir, aunque entre en contradicción con otras cosas que hemos escuchado, “en caliente”.

Pueden ser situaciones embarazosas, como la mía de esta semana: en plena clase de CANTIENICA®, justo después de insistir en la importancia de llevar calcetines antideslizantes como suelo hacer, intento demostrar nuestra forma particular de levantarnos de la silla sin manos, y mi propio calcetín supuestamente antideslizante me abandonó (¡no se lo compren de marca barata!), y acabé estrepitosamente en el suelo, con la rodilla derecha desencajada y la pantorrilla doblada en ángulo recto hacia fuera, con el desgarro consiguiente del ligamento interno de la rodilla. No importa contarlo y quedar en evidencia, mientras sirva de escarmiento para otros… Los errores sirven para aprender, y no importa cuántas veces nos caigamos en la vida, lo importante es que nos levantemos tan solo una vez más de las que caemos.

Así que tuve la ocasión de demostrar en directo a mis benevolentes asistentes al curso qué podemos hacer cuando se lesiona una rodilla. Muchos de nuestros ejercicios son tan asombrosamente suaves que incluso en una situación tan extrema pueden no ser contraindicados, y muchas veces ni siquiera implican movimiento, aunque hay una actividad interna importante y eficiente. De hecho, pude comprobar que el dolor del ligamento remitió al instante, y los participantes también pudieron notar el efecto del ejercicio sobre sus propias rodillas y sobre la articulación sacroilíaca. Por supuesto, esta medida no impidió la consiguiente tendinitis, pero estoy segura de que disminuyó considerablemente su gravedad y mejoró su evolución.

Prevenir lesiones: caer bien
Prevenir lesiones: escuchar al cuerpo

Lo mismo sucede cuando levantamos un peso con mala postura y nos entra el famoso tirón en la espalda, ese que puede durar semanas sin podernos mover… , pero no necesariamente. Hay que conocer bien el propio cuerpo, ¿y quién, si no nosotros mismos, puede conocerlo mejor? Es importante no intentar seguir adelante como sea y disimular el dolor, sino acostarnos sobre la marcha, en caliente, en el suelo, antes de darle tiempo al cuerpo de imprimir en nosotros la memoria del dolor y la contracción muscular consiguiente, y recolocar, estirar y armonizar nuestros músculos, tal como espero que previamente hayamos aprendido con los ejercicios correspondientes. Incluso cuando hay un dolor muy fuerte, siempre que sepamos que con ello no enmascaramos ningún síntoma que pudiera requerir de atención médica inmediata, puede ser una buena idea tomar un analgésico para que el dolor no imprima su huella en nosotros, y luego practicar nuestros ejercicios suaves favoritos, esos que sabemos que nos dejan en un estado de armonía, de sensación de que todo “está como debería estar”.

Tal vez, esto nos pueda hacer pensar un poco sobre las posibilidades de autoayuda en las que nos han hecho dejar de creer, pues hay muchas personas que sufren una lesión en el deporte, en una caminata, en el trabajo, por una caída, e intentan seguir adelante “como sea”, y ese es precisamente el error que luego pagarán muy caro.

Tal vez, otro día podamos hablar de lo que nos ocurre psíquicamente cuando sufrimos un trauma y no lo tomamos en serio, cuando intentamos disimular y continuar “como sea”; o cuando un niño se cae y se lesiona e intentamos consolarlo para que no llore, diciéndole que “tranquilo, no fue nada, no llores, ya pasó”. Y aprenderemos a confiar en la sabiduría del cuerpo cuando lo dejemos hacer: sin caer en la histeria, llorar de verdad, todo lo que haga falta, temblar, permitirse ciertas reacciones espontáneas hasta que remitan por sí solas, puede ser una buena forma de “sacudirnos de encima” las tensiones del impacto para que no tengan que dejar su impronta permanente en nuestro sistema muscular en forma de contracturas crónicas difíciles de erradicar más adelante.

Así que, queridos lectores, mejor no se lesionen, pero si ocurre, no hay problema, con tal de que permitan al cuerpo recuperar su estado de armonía y se levanten una vez más de las que se caigan.

Katja Baumhauer

1 comentario
  1. cuenco.cristina Dice:

    Buen día! Es muy inspiradora la vida de esta euritmista, Elena Zuccoli.
    Fui testigo de la caída de Katja, y me asombró cómo, con tanta calma se quedó en el suelo palpando su pierna. Desde fuera era como si fuese su rodilla quien le contaba cual era la situación. Buscó el gesto adecuado y continuó con la clase de Cantienica, desde la palabra y la observación para corregirnos en los ejercicios, hicimos también Meditación y la clase de Euritmia, por primera vez, para mí, sin tenerla a ella como ejemplo, ella nos daba algunas indicaciones, y nosotras, acompañadas por la guitarra en vivo, nos entregamos a ese “ritmo bello”.. Terminamos nuestro encuentro con el Hallelujah, como es habitual, y en nuestro círculo, katja lo hizo sentada. Ese día me llevé mucho, las caidas, los imprevistos, abren tantas puertas a descubrir….

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta